Max Michael se rascó la espalda en la cocina, aún descalzo y sin camisa, mientras preparaba tostadas en la nueva Thermomix.
Esta mañana no le apetecía el Net-media mientras desayunaba. Deseaba aislarse durante unos minutos de las noticias globales y la música pop de los últimos 30 años.
La marea le alcanzaría de camino al trabajo, en el transporte público, desde luego, pero por un momento se sentiría parcialmente dueño de su mente y eso le agradaba.
Así pues, optó por probar el Lector Onírico que su novia le había comprado hacía una semana. Apartó un par de bolsas vacías abandonadas sobre la encimera para alcanzar el dispositivo principal, y sostener entre sus manos el aparato con formas suavizadas, de color metalizado.
- Elena ya sabe que mi color favorito es el negro - pensó fastidiado.- Ha elegido este modelo solo para putearme...
Una pequeña victoria para su amante. 1-0 a las 7 de la mañana.
Pulsó el botón de Actualización, y la pantalla de plástico SAW mostró un incomodo reloj de arena en alta definición, mientras el aparato cargaba los datos del dispositivo receptor instalado en su dormitorio.
Seleccionó el periodo de los 3 últimos días, y el programa le dio a elegir varias opciones de lectura.
El formato informe le atraía, pero optó por ser aventurero, y pulsó en la pantalla táctil el formato lírico, que tanto llamaba la atención en los anuncios del Net-media.
Segundos después, una modulada y agradable voz artificial le cantaba una versión parcialmente lírica de sus "Greatest hits" oníricos.
Esta empresa no tiene alma, ni sitio donde llorar.
El silencio apaga el llanto, pero no las ganas de despertar.
Los seres se revuelven, inquietos, dudando por el porvenir mientras la cabeza se separa del cuerpo,
orgullosa e indiferente a las otras partes.
Lleva lagrima y sonrisa pintadas a negro en el rostro,
como un jodido mimo.
Buscando las monedas del público, y aplausos que no se merece.
Max Michael colocó las tostadas en un plato de cristal descolorido y sorbió el café de la taza, pensativo.
-Demasiado poético para mi gusto- Afirmó irritado al aparato. Para colmo, el aparato ni siquiera tenía programas de registro de voz, y se mantuvo ahí parado en la encimera, como un pequeño animal autista incapaz de responder a sus acusaciones.
Acudió al cuarto de estar y buscó su Blackberry con la mirada, explorando la habitación. Le enviaría un mensaje insidioso a Elena, quejándose por el regalo.
Así equilibraría las cuentas en el partido cotidiano de afrentas y recriminaciones que llevaban desde hace meses.
1-1. Pensó, con una sonrisa traviesa en el rostro.
La mañana iba a ser larga.
Hace 16 años