La lluvia caía indolente en la superficie de cemento y alquitrán de la base, formando charcos irregulares.
Rubén fumaba en la noche, a escasos metros de la entrada norte del edificio central, junto con uno de sus compañeros.
Los trajes impermeables de color verde resultaban demasiado grandes e incómodos y ocultaban de manera periódica las facciones de los técnicos. Objetivamente y bajo la luz del tenue foco, pensó el joven, debían tener aspecto de auténticos gilipollas.
-He presentado mi carta de renuncia.- Reveló Sergi -El próximo mes regreso a casa.
La noticia explotó como una granada en el ánimo de Rubén.
-Esa es una noticia de mierda.- Le acusó, intentando establecer contacto visual: Sergi se mostraba indiferente y cansado.
-Supongo. Me he cansado de viajar y mojarme el culo.- Su rostro se ganó la empatía de su interlocutor, que terminó por asentir comprensivo. -Te echaremos de menos.
Ambos hombres se observaron en silencio.
Rubén recordaba una docena de historias y anécdotas. Toda la pandilla usando los proyectores holográficos de Formación para ver la liga de futbol mundial, Sergi y él hackeando los cortafuegos y barreras corporativas para hablar vía Net con sus familias...
A distancia vio a Mike, el jefe de seguridad del proyecto, dando una revisión rápida al perímetro, comprobando las alambradas y los sensores.
Sergi retomó conversación, incomodo con el silencio. -En realidad pensé que tú también te irías. Después de lo de Diego.
-El intento de suicidio de Diego fue una mierda muy grande.
Fallo de selección, error de Recursos Humanos. Llueve sobre mojado.- Sergi pareció disfrutar de la crítica a los memos de la estructura corporativa, y rió calladamente, echando la cabeza hacia atrás.
Una vez recuperó el equilibrio, prosiguió el hilo:
-Este proyecto es basura y lo sabes. Hace semanas que este lugar se esta viniendo abajo.
-Un proyecto de mierda en un lugar de mierda. ¿Que hay de nuevo? ¿Sabes como estaban las apuestas en la central cuando vinimos? 5 a 1 a que este asunto caía en dead end antes de 3 meses. Y lo hemos hecho, joder. Durante un año. Todos los putos días...
Esta última parte pareció devolver el ánimo a su compañero, que esbozó una sonrisa torcida. -Somos buenos, ¿verdad?
-Somos buenos, joder. Jodido brillo condensado y encerrado en trajes baratos...
Su compañero volvió a reír, con ganas, olvidando la selva, los reportes y demás basura. Rubén mantuvo una sonrisa franca y triunfante.
Le gustaba ver reír a su amigo. Le hacía sentir menos frío en su interior.
En la periferia de su rango de visión creyó ver un conejo gigante de color amarillo. Un pequeño escalofrío le sacudió.
Quizás no sea nada, se dijo. Quizás solo sean los efectos secundarios de la droga estimulante que llevamos consumiendo desde hace meses.
En cualquier caso, ver Bugs Bunny gigantes no tenía importancia. Ninguna importancia.
En las últimas semanas había visto cosas peores.
Sentía que la paranoia se iba convirtiendo poco a poco en su traicionera compañera de cama. Y para colmo, al paso que iban las cosas, dentro de poco ni siquiera tendría nadie con quien salir a echar un cigarro a las 2 de la mañana...
Jodido, ¿verdad?