Un juego de cartas a varias tandas: El pequeño mira la partida, pero no entiende, y es amablemente invitado Por los mayores.
El dinero es lo primero, y es lo segundo. Y cualquier imbecil empieza a plantarse qué coño pinta el tema del trabajo en todo ello.
El trabajo, si tienes suerte, recubre toda la búsqueda con un halo de ritual y moralidad, porque el dinero viene y se va, y si no tienes algo a lo que aferrarte, el vacío que acecha puede arrancarte las pelotas de un zarpazo.
Pero, supongo, deben haber docenas de formas de lograr dinero, para quien posea audacia y no le importe arriesgar el alma.
Así, la mesa de juego siempre está abierta a nuevas apuestas, y los adultos juegan y los niños miran, fascinados por los gestos de los mayores y el juego y las apuestas, y el vacío donde aguarda la nada, esperando la caída de todos y cada uno.
Hace 15 años
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