Paseando por mi barrio, llego hasta Conde Casal.
En una sucursal del Santander veo carteles de la UGT.
Los discursos se acumulan contra el cristal. Entidades del ahora, a los carteles les gusta estar acompañados, hermanados unos de otros, como buscando el cariño y la comprensión que solo otro trozo de papel puede darte.
Rojo, negro y blanco: Albert Einstein convertido en un simbolo de la revolución. Si el genio levantara la cabeza.
Iconos propios de una religión sin dios, los mensajes caen en el mismo conflicto maniqueo y fútil que todas las otras sectas:
Un muerto de hace 30 años, a la postre resucitado para avivar la causa. Bolonia, como la última ignominia contra la que luchar. La privatización de la sanidad pública. Frente a la Crisis, ¡Lucha!
¿Contra qué? El cartel no lo señala.
Un par de esforzados camaradas, Adan y Eva, golpean con mazos a la crisis. Quieren derruir un evento histórico. Igual podrían bajar el sol a la tierra con las manos, o hasta hacer que el Madrid gane la liga...
Hace 16 años
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